LA BASE ANTROPOLÓGICA EN LA ÉTICA EN I. QUILES Y K. WOJTYLA
Julio Raúl Méndez
I. El insistencialismo
como filosofía ética.
En el VIII Coloquio Internacional de Filosofía Personalista Insistencial
(Méjico 1998) presentamos una síntesis de los aportes del
insistencialismo a la ética, con la particularidad de que se trata
de un campo no expresamente desarrollado por Ismael Quiles (IQ) pero que
había sido objeto de una investigación bajo su propia dirección
y aprobación académica[1]. En esta oportunidad queremos presentar brevemente
los resultados de una comparación con la ética de Wojtyla
en sus respectivas bases antropológicas.
Karol Wojtyla (KW) ha sido pionero en la renovación y el desarrollo
de la ética personalista y cristiana en Polonia. Desde su cátedra
de ética en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica
de Lublin ha desplegado una reflexión y exposición de los
problemas éticos con profundo conocimiento de Santo Tomás
y de las corrientes contemporáneas en un planteo original.[2]
La principal fuente de acceso a su pensamiento ético se encuentra
en la colección de trabajos traducidos al italiano y publicados
en 1980.[3]
Ahora bien, en el origen mismo de la pregunta central del insistencialismo,
que es la pregunta por la esencia del hombre, se encuentra una cuestión
netamente ética: la pregunta por la esencia del hombre es también
la pregunta por su destino[4].
El carácter problemático y desafiante con que IQ describe
la cuestión antropológica contemporánea proviene
no de su irresolución especulativa sino de su consecuencia práctica
en el plano ético personal y social.
Así, en la definitiva confrontación con el existencialismo,
que está en la base de su reflexión, IQ reclama una vuelta
al centro interior de la persona pues “si el hombre se olvida de
sí mismo ¿cómo puede actuar correctamente en el mundo
exterior y qué sentido tiene su vida?”[5]. Se puede decir que la profundidad radical de
la cuestión de la esencia del hombre se manifiesta en el seno de
su significado ético; aquí aparece la insuficiencia del
existencialismo desde su definición especulativa sobre la antropología
metafísica.
Por ello, las implicaciones éticas constituyen motivaciones centrales
para la reflexión especulativa sobre la esencia del hombre que
define al insistencialismo[6].
El mismo IQ lo expresa al final de su prólogo al libro “Más
allá del existencialismo”: “No nos queda sino reiterar
nuestro anhelo de que estas meditaciones, que han querido llegar a los
últimos fundamentos de una ontología del hombre y su dignidad,
inseparable de una ontología del ser en cuanto ser, sirvan al hombre
de hoy, distraído por tantas atracciones e imposiciones del mundo
exterior, para comprender su propia excelsa dignidad, y saber vivirla
en el orden social para el cual
ha sido destinado, encontrando al fin la meta trascendente de su ser y
de su destino”.[7]
II. La persona se comprende en el acto.
La clave del pensamiento de Wojtyla se encuentra en su antropología
filosófica. Su teoría sobre la persona largamente desarrollada
es una completa reflexión sobre el hombre en su ser y obrar.
Comulgando con las corrientes contemporáneas que insisten en una
centralidad antropológica, cumple un empeño de unificar
la filosofía del ser con la de la conciencia, la subjetividad y
la trascendencia.
El punto de enlace lo encuentra en la experiencia del dinamismo de la
persona. La clave es el acto de la persona, pues en él se ofrece
de modo inmediato la totalidad del hombre, su ser se manifiesta en su
obrar, la interioridad en la posición trascendente del nuevo ente
que es el acto. En la década del 60 se despliega la primera intuición:
sólo desde el acto se llega a la persona y sólo se puede
comprender la persona a través de su dinamismo constitutivo[8]. Acto y persona forman para KW un binomio inescindible, en
1969 publica su obra filosófica más importante "Osoba
i czyn"[9]. La tesis es que la persona
se conoce a través de sus actos, desde el acto se puede llegar
a todo lo implicado en el mismo, se llega al sujeto en su irreductibilidad
interior y en su concomitante trascendencia. De este modo entiende superar
la fenomenología en una auténtica metafísica
desubjetivizando la conciencia y desobjetivizando el dinamismo humano.
Su convicción es que este análisis de la experiencia de
la persona en su acto es el punto de encuentro de la tradicional filosofía
del ser con el pensamiento moderno de la conciencia y del fenómeno;
la razón de esto es el paso metafísico de los síntomas
al fundamento, de los efectos a la causa y así descubrir
el espíritu, el hombre interior.
Al tiempo que busca develar la ontología del hombre, Wojtyla apunta
a integrar la fenomenología con la metafísica y así
resolver un capítulo decisivo para la filosofía contemporánea.
El acto ofrece la patencia inmediata del ser, en él se
presenta no sólo un ente objetivo que se proyecta (en línea
trascendente) sino que en el mismo acto se presenta a sí mismo
patente el sujeto, que se experimenta como causa del acto
y a su vez causado por su misma actividad que siempre permanece suya.
De manera que el esse del acto, que es acto segundo, devela al sujeto
(acto primero) como su causa y como su término (sujeto en
acto segundo, en cuanto ha actualizado una potencia suya).
De manera que en relación al sujeto (acto primero) todo acto
resulta trascendente e inmanente al mismo tiempo. Dice Wojtyla que
el hombre es causa sui por su actividad, por poder disponer de sí.
Por ello "en la experiencia de la autoposesión y el autodominio
el hombre experimenta el eco de que él es una persona y que es
un sujeto. . . Lo moral es al mismo tiempo la expresión fundamental
de la trascendencia propia del personal Yo". [10]
Este planteo, nos dice Wojtyla, nos hace comprender no sólo al
hombre sino a cada hombre: nos alcanza la estructura de irreductible totalidad
personal que es cada uno.
Es el acto volitivo, el volo, el que nos da esta experiencia como
la determinación concreta de un sujeto real; allí se dan
acto y sujeto: la estructura personal de auto-determinación. La
autodeterminación, en efecto, no se identifica con los
actos de la voluntad: es una propiedad de la persona misma.[11]
El hombre se encuentra consigo mismo como una totalidad ya dada por un
lado y en proceso por otro. La conciencia "llega siempre tarde",
se percata de lo que está ya existiendo, inmediatamente experimenta
el esse actual del sujeto y su operación; sólo se percata
de sí misma, en cuanto conciencia, en una segunda reflexión.
La experiencia de la persona en su acto operativo (acto primero que se
manifiesta en el acto segundo); es la de subjetividad como principio de
los actos. No se trata de una deducción del efecto a la causa
sino de una experiencia del sujeto en la ejecución de su acto.
Si se admite el acto se admite el sujeto, si el primero tiene esse
real es porque lo tiene el segundo. Esta experiencia se da en la reditio
completa actual, posibilitada por la reditio completa habitual.
La subjetividad se manifiesta como algo originario, como principio que
precede a todo obrar y no puede ser deducido ni considerarse nunca como
un producto, por más que haya un proceso de autoformación
en todo el dinamismo: la praxis supone al hombre como sujeto y no al contrario.
Por ello el valor de los actos humanos les viene de ser operaciones
del sujeto y no al contrario.
Esta actividad humana está siempre transida de intencionalidad
porque apunta a su objeto. Allí se manifiesta la trascendencia
de la persona.
Pero siempre al actuar el hombre se hace a sí mismo, la faceta
inmanente es superior a la transitiva, importa por ello siempre
más el ser que el tener. Por ello la persona se expresa más
en las actividades desinteresadas, corno en la cultura.
III. La experiencia ética.
Esta experiencia del hombre incluye la experiencia ética como
un momento suyo. En la comprensión del hombre aparece que la persona
alcanza su propio conocimiento mediado por la experiencia ética.
No es que toda la experiencia del hombre se identifique con la experiencia
ética, pero la experiencia del hombre, toda experiencia de acto
humano, está mediada por una experiencia ética. Este
ligamen entre ética y antropología, entre experiencia del
hombre y experiencia ética constituye para Wojtyla el punto de
partida de la ética.[12]
La experiencia del acto humano le otorga, pues, la relación hombre-moralidad
como un dato a posteriori, que hay que develar. Todas sus críticas
a Hume, Kant y Max Scheler giran en torno a la deficiente consideración
de la experiencia.[13]
En cambio, la positiva valorización sobre la psicología
de N. Ach y los psicólogos polacos de la voluntad (Lindworsky,
Abramowski, etc.) obedece, precisamente, a que proporciona una base científica
concordante y asimilable por el estudio filosófico.[14]
La experiencia ética tiene su propia especificidad, no
se reduce a la psicología ni a la sociología: el hecho psicológico
o sociológico no son per se hechos éticos. Más aún,
la psicología de la moralidad y la sociología de la moralidad
permanecen psicología y sociología, ocupándose
de la moralidad como un aspecto de la vida psíquica y social.[15]
La especificidad de la experiencia ética no se da al puro nivel
sensible. Ciertamente incluye el plano sensible pero lo supera por cuanto
es un acto específicamente humano, y el hombre no es puramente
sensible.
El sentido que porta la experiencia ética se alcanza en el
conocimiento que la persona tiene de sí y de su acto de modo
sensitivo-intelectivo y en la doble faz inmanente-trascendente. Es
en el cumplimiento del acto y su causalidad originada en el sujeto que
la inteligencia capta el esse real humano en su dimensión ética.
Es en el acto donde se da la experiencia ética originaria; la
"experiencia de la moralidad" como estructura abstracta
es secundaria y procede de los actos vividos.
Ahora bien, "el primero y fundamental elemento de la experiencia
ética es precisamente la causalidad del yo personal".[16] La conciencia de ser yo la causa de cada uno
de mis actos es la base psicológica. La voluntad se revela corno
el núcleo propio de esta experiencia.
La experiencia ética es inmanente a toda acción humana
en la cual el yo personal mismo tiene conciencia de su causalidad. Por
tanto la experiencia ética es inmanente al acto de voluntad.
En la conciencia de la causalidad del yo por su voluntad se da la responsabilidad.
Esta se experimenta como afirmación del ligamen que une el
valor moral del acto y la causalidad de la persona.[17] De este modo, a su vez, el valor ético
refuerza el ligamen que une el acto con la persona al experimentarme
yo como causa eficiente de lo bueno y lo malo.[18]
Es este acto el que realiza el valor y deviene a la persona buena o mala.
Este devenir la persona buena o mala a través de su acto "constituye
el núcleo esencial de la experiencia ética".[19] Se trata de una mutación
en el esse de la persona por su estructura de potencia y acto. La persona
no es sólo el escenario de la experiencia ética sino que
su propia entidad es la que lo ejecuta y la percibe. Los bienes intencionales
cobran una nueva realidad en el sujeto y lo cualifican éticamente.
IV. La conciencia ética insistencial
Para IQ el acto de la conciencia posee el realismo tanto del objeto como
del sujeto individual. En esa vinculación el sujeto se descubre
perteneciendo a un “orden ontológico, de seres y relaciones,
que yo no he creado, sino que descubro”.[20]
Este es el “choque óntico” que experimenta el sujeto
en su intimidad insistencial ante el orden de realidad al que él
pertenece pero que al mismo tiempo no ha sido originado por él.
Este descubrimiento de la objetividad acentúa el descubrimiento
ensimismado de la propia subjetividad y al mismo tiempo lo sitúan
al sujeto en el seno de la realidad.
Entonces nace para IQ el “impulso interior, el deber, para integrarme
en el ser, lo cual es, a la vez, afirmar y desarrollar mi ser. Y por el
contrario debo rechazar lo que es contra el ser, porque se me presenta
como un mal para mi ser y para este orden ontológico en que me
encuentro”.[21]
He aquí constituida la experiencia moral. “Experiencia de
sí y experiencia moral forman un solo acto complejo de experiencia.
Sólo desde sí se puede sentir el ‘deber’ moral;
y sólo en la conciencia del sí se hace presente dicho deber”.
Por ello para IQ “la experiencia insistencial incluye necesariamente,
ónticamente, la experiencia moral”.[22]
Esta situación se evidencia con mayor fuerza en la trasgresión,
pues en ella la decisión insistencial se vuelve contra el orden
al que pertenece y percibe esta oposición como una resistencia
de lo no-disponible que le dice en la conciencia “aquí estoy”
a pesar de tu decisión, esto es el “choque moral”.
Por ello “el choque óntico es a la vez un choque moral”.[23]
Esta es la experiencia metafísica de la insistencia en su acto
libre. Por aquí se da el paso de la fenomenología a la metafísica
del hombre. Es el acto volitivo (“volo”) el que nos entrega
esta experiencia básica como la determinación concreta de
un sujeto. La insistencia se encuentra consigo misma, por un lado, como
una irreductible totalidad ya dada y también, por otro lado, como
una realidad en proceso.
La autoconciencia llega a testimoniar lo que está siendo, experimenta
el ser actual de la insistencia que es también el de sus operaciones.
Para IQ no se trata de una deducción del efecto a la causa, sino
de una experiencia del sujeto sobre sí mismo en la ejecución
de su acto en el seno de la “reditio” actual cognoscitiva
(autoconciencia, insistencia cognoscitiva) posibilitada por la “reditio”
entitativa completa (insistencia óntica).
La estructura entitativa insistencial (autoconversiva) se hace
manifiesta de modo tan profundo en el acto voluntario, libre, por cuanto
al tener al sujeto como su causa, ajeno a la determinación
extrínseca, el acto remite directa, exclusiva e inmediatamente
a su principio. Por ello, en la conversión cognoscitiva de la conciencia,
el sujeto aparece a sí mismo con toda evidencia y en la definición
de su ser insistencial, entitativamente “cabe-sí”
e intrínsecamente incomunicado a todo otro ente.
Ahora bien, en cuanto por el acto libre el sujeto se autodetermina, es
“causa sui”, la experiencia de esta dirección hacia-sí
del acto, la conciencia moral, revela nuevamente la interioridad
cabe-sí de la insistencia. Al respecto dice IQ: “más,
talvez, que en ninguna otra acción, la conciencia moral
nos revela la interioridad total del hombre (...) porque no es un
ejercicio cualquiera de la libertad, sino aquel ejercicio en que se juega,
por así decirlo, el ente total del hombre. Entonces se revela
todo el ser, y ello porque todo el ser del hombre juega su propio
destino. Esa opción, en la cual decidimos de nuestro
ser, es una sacudida que lo revela todo entero”[24].
La experiencia insistencial que se alcanza en todo acto humano, por ser
su causa, es aquí reforzada y profundizada por cuanto en el acto
libre la causalidad revierte sobre sí mismo como autodeterminación
posibilitada por la autoposesión entitativa.
V. El discernimiento normativo.
Para KW en la raíz de la experiencia ética está
la distinción entre lo mandado y lo prohibido. El discernimiento
de lo mandado y lo prohibido es el que señala la línea de
la perfección moral o de la degradación. La norma ética
sólo se entiende en el marco del perfeccionismo del hombre, "las
normas pierden su pleno significado si prescinden del hombre".[25] No es que no se pueda definir lo bueno y lo malo por sí;
pero sin referencia a la perfección del hombre no tiene su
sentido la indicación normativa.
El perfeccionamiento del hombre hay que entenderlo, dice KW, en la línea
del esse. El bien es lo que corresponde a la naturaleza. La perfección
del hombre está en los bienes que mejor corresponden a su naturaleza,
racional. Esta ética, de raigambre aristotélica y tomista,
es profundamente humanística, porque "la plenitud del hombre
decide la perfección moral".[26]
El centro es el hombre, se trata de su dinamismo, de su actualización,
según sus potencialidades. Su plenitud, su perfección, se
da cuando su sustancia (ens simpliciter) alcanza los accidentes que le
son necesarios (entia secundum quid). La sustancia constituye sólo
un bonum secundum quid, y la carencia de algún accidente necesario
es una imperfección del ente, es un mal. Estos accidentes necesarios
aparecen como normativamente debidos.
Los bienes se dirigen a la voluntad apuntando a su acto a través
de la dirección de la inteligencia. En cuanto constituyen el objeto
de la voluntad por ser perfectivos, los bienes se distinguen en: bien
honesto, útil y deleitable.
El papel de la inteligencia radica en alcanzar a la voluntad el
conocimiento del bien señalando la distinción entre
el bien útil y el honesto, de modo que éste subordine a
aquél. El bien honesto se define en función de la perfección
de la naturaleza del hombre; su desconocimiento práctico por el
hedonismo y el utilitarismo significa la sumisión de la inteligencia,
que pasa de directriz a auxiliar proporcionando sólo los medios
para fines sensibles o contrarios a los intelectualmente conocidos como
perfección objetiva y fin último honesto.[27]
En cuanto es objeto de la inteligencia el bien es una cierta verdad.
Verdad especulativa en su definición y verdad práctica en
relación al acto humano. La participación de esta verdad
práctica es la que está en la base de la actualización
perfectiva del hombre como discernimiento normativo.[28]
En la mutua pertenencia de acto y persona KW señala que el hombre
actúa porque tiene dinamismo en función de que su sustancia
es imperfecta y necesita actualizarse totalmente con ciertos accidentes
según su naturaleza.
La naturaleza es el principio de operación en el orden esencial.
La acción es una prolongación de la existencia (del esse)
y una explicitación de la esencia.[29]
El bien es un ente que está en correlación con otro ente
como su perfeccionante. El acto humano en cuanto consciente es una actualización
racional que se fundamenta en la verdad sobre el bien que tal ente es
en función de tal naturaleza.
Esta fundamentación de la ética surge de la participación
metafísica como estructura de la realidad. La fundamental perfección
de un ente es su existencia, por ello cada
ente tiende a conservarla. La forma como esencia separada de la existencia
no constituye un bien real, en cambio la forma como factor que participa
en la creación de algún ente determina no sólo su
bondad real sino que "constituye el fundamento o uno de los fundamentos
de aquella medida del ente en la que se basa en definitiva todo el
orden normativo".[30]
En efecto, siguiendo a Santo Tomás, Wojtyla señala que
cada ente se constituye según una medida propia de cada uno "secundum
speciem, modum et ordinem", es decir, según esencia, esse
y orden relativo a los demás entes. La medida depende de la esencia
que es puesta en la existencia por el esse y entonces incluida en un orden
relativo real con les otros entes. Ahora bien, la determinación
de la esencia (species) es hecha por la ciencia de Dios, en la cual está
el ejemplar, el modelo Supremo del ente.
Cada ente a su vez, al ser intrínsecamente semejante a Dios, en
cuanto tiende a su perfección tiende a una mayor semejanza con
El.[31]
De resultas que cada ente posee su medida inmanente (por la materia
y la forma) y una medida trascendente que es su causa ejemplar
en la mente de Dios, ésta es una imitación de Dios.
La medida metafísica viene dada por la causa ejemplar, por tanto
el hombre es más o menos perfecto, más o menos bueno "según
la medida en que llega a imitar en sí la perfección
de Dios. Sólo la ejemplaridad es el fundamento de la finalidad:
más perfectamente un determinado ente imita la perfección
del creador, más perfectamente alcanza su fin".[32]
De modo que más que de bienes y fines como fundamento de la ética
hay que hablar de bienes y modelos, la ejemplaridad es la última
razón metafísica del fin y de todo el orden ético.
Así, pues, al conocer la verdad ética y ejecutarla mediante
el acto de voluntad, el sujeto se perfecciona, se hace más sí
mismo porque realiza inmanentemente el ejemplar trascendente en participación
y dirección al Esse Divino.
De este modo, Wojtyla partiendo fenomenológicamente del análisis
del acto de la persona, instalado en la experiencia del esse real dado
en el acto juntamente con su sujeto, arriba a la determinación
de la causa ejemplar trascendente como fundamento último del
dinamismo ético.
VI. El fundamento de la ética insistencial
A la inversa del proceso más frecuente en la modernidad, para
IQ el autodescubrimiento del sujeto no lo cierra en un autonomismo moral.
La misma insistencia operativa que descubre la libertad operativa descubre
la densidad óntica de la insistencia que resulta autotransparente
para sí misma. Esta remisión posiciona en la realidad, ante
la realidad de un modo in-ex-insistencial.
La propia insistencia tiene patente su centro interior con su onticidad
propia, inconfundible, ineludible, y ante ella un cosmos interrelacionado.
Ciertamente “yo soy yo, pero a la vez soy y me desarrollo dentro
de ese orden de cosas. Me encuentro inserto en un orden ontológico
de múltiples seres, que surge de ellos como de mi ser. Todos me
exigen que los trate como son (…) es mi propia estructura óntica
la que me exige conservarme y crecer dentro de este orden”.[33]
Esta interrelación consituye para IQ una verdadera “ontonomía”
establecida por Dios. Ese orden es para nosotros una auténtica
heteronomía que no invalida la autonomía del hombre,
porque no viene de un extraño sino de Dios, su propio creador quien
constituye la insistencia humana y su dinamismo de libertad.
Por ello para IQ la auténtica actuación de la insistencia
en su libertad no es una autonomía cerrada sino una interiorización
de la propia realidad fundada en la Sistencia absoluta. Autenticidad no
es pura espontaneidad, sino coincidencia consigo mismo en la construcción
dinámica de sí mismo, por la norma de la sinceridad que
es la norma de la verdad.[34]
Frente al orden ético se da la opción del hombre, la experiencia
ético-insistencial es la de que a “este orden podemos aceptarlo
o rechazarlo, en todo o en parte: esto constituye nuestra actitud ética
fundamental; insertarnos o no en ese orden cósmico, respetarlo
o romperlo, con la consecuencia inevitable para nosotros, en cada caso,
de realizarnos, ser más nuestro ser, o de atomizarnos en la medida
en que no respetamos ese orden. Esta es la raíz de la ética
y su primera opción en la autoubicación del hombre en
el universo”.[35]
VII. El diálogo Quiles-Wojtyla
Esta lectura simultánea de IQ y KW sobre el fundamento antropológico
de la ética nos arroja la siguiente coincidencia: a) el carácter
originario de la experiencia ética en la experiencia antropológica;
b) el carácter constitutivo del actuar humano en su propia realidad
entitativa; c) la articulación de autonomía y heteronomía;
d) el valor ejemplar metafísico del fundamento ético.
Notas
[1] Cfr. J.
R. Méndez: El insistencialismo como filosofía ética,
en VIII Coloquio Internacional de Filosofía Personalista Insistencial
México octubre 1998. Ed. Universidad del Salvador. Buenos Aires,
2000, pp.205-226.
[2] Cfr. F. W. Bednarski: Les implications
axiologiques et normatives de l'analyse de la éxpérience
morale d'aprés le card, Karol Wojtyla, en Angelicum vol. 56 (1979)
pp. 97-124. La indicación de todas las publicaciones de Wojtyla
se encuentra en este volumen dedicado en su honor por la revista
Angelicum, pp, 3-16
[3] K. Wojtyla:
I fondamenti dell'ordine etico. CSEO.Roma, 1980 (este libro reúne
once trabajos traducidos del polaco).
[4]
Cfr. Más allá del existencialismo Ed. Miracle. Barcelona,
1958. Reeditada en el volumen Antropología Filosófica
Insistencial. Ed. De Palma. Buenos Aires, 1978. pag. 11.
[5] Ibidem
p. 12
[6] Para una
visión complexiva de la estructura metafísica del insistencialismo
remito a J. R. Méndez, La estructura del hombre en el tomismo
neoplatónico, en Coloquio de Antropología Filosófica
Insistencial. Ed. De Palma. Buenos Aires, 1980; también a La
ontología del hombre en el “insistencialismo” de
Ismael Quiles, en Studium (Madrid) XXV (1985) pp. 139-154.
[7]Más
allá del existencialismo pp. 25-26.
[8] Cfr. el estudio de Abelardo Lobato: La
persona en el pensamiento de Karol Wojtyla, Angelicum, vol. 56 (1979),
pp. 17-62.
[9] Krakow. PTT. 1969.
[10] K. Wojtyla: Subjectivity and the irreductible
in Man. Analecta Husserliana 7 (1978), p. 112.
[11] Cfr. Wojtyla: The Personal Structure of
Self-Determination. In Tommasso d'Aquino nel suo VII centenario. Congreso
Internazionale. Roma-Napoli vol. 7 pp. 37-44.
[12] Cfr. "Problem dóswiadczenia
w etyce" (II problema dell'esperienza nell' etica) en la edic.
"I fondamenti. . .", p. 30 ss.
[13] Cfr. ibidem, p. 33. También: ''Problema
oderwania przezycia od aktu w etyce na tle pogladow Kanta i Schelera",
edic. ital., p. 78 ss.
[14] Cfr. "Zagadnienie woli w analizie
aktu etyeznego"', edic. ital., pp. 49-68.
[15] Cfr. "Problem dóswiadczenia
w etyce", edic: ital., p. 19 ss.
[16] Cfr.
"Zagadnienie woli. . .", edic. it, pág. 55.
[17] Ibidem.
[18] Cfr. "Problem oderwania. . .",
p. 69.
[19] Cfr. "Zagadnienie woli. . .",
p. 67.
[20] La
conciencia moral, en Filosofar Cristiano 9-12 (1981-1982) p. 255
[21] Ibidem.
[22] Ibidem
p. 256.
[23] Ibidem
p. 257.
[24]
La esencia del hombre, en Scholastik XXXVI (1961) Freiburg. Reeditada
en el volumen Antropología Filosófica Insistencial. Ed.
De Palma. Buenos Aires, 1978, p.354. Las cursivas son nuestras.
[25] W poszukiwaniu podstaw perfekcjonizmu
w etyce", edic. ital., p. 38.
[26] Ibidem, p. 39.
[27] "O k íerowniczej lub sulvzebnej
roli rozumu w etyce na tle pogladow Tomasza z Akwinu, Humea i Kanta",
edic. ital. p. 94 ss.
[28] Cfr. ''O metafizycznej i Fenomenologicznej
podstatoie normy moral-nej...", edic. ital. p. 114-115.
[29] Cfr. "Natura ludzka jako podstakva
forrnacji etycznej", edic. ital., p. 130 ss.
[30] O metafizycznej ..,. edi. cit., p. 109.
[31] Ibidem, p. 111.
[32] Ibidem, p. 112.
[33] La
conciencia moral, ed. cit. p. 260.
[34] Ibidem
p. 263-264
[35] Autorretrato
Filosófico. Ed. Universidad del Salvador. Buenos Aires, 1981.
p.66
-
COLOQUIO IX
Simposio de Antropología comparada Karol Wojtyla – Ismael Quiles SJ
Segunda Etapa Presencial • Buenos Aires, 13 de Octubre de 2005Ver Ponencia I • La unidad de la persona como condición de posibilidad de la percepción de la belleza
MARTHA PÉREZ DE GIUFFRÉ
Universidad del Salvador, Buenos Aires.
Ver Ponencia II • El conocimiento de sí mismo como fundamento de la reflexión filosófica
ALEJANDRO POWTER
Universidad del Salvador, Buenos Aires.
Ver Ponencia III • El Amor como principio fundante del existente humano
MARIELA MARONE DE POWTER
hr>
Universidad del Salvador, Buenos Aires.Ver Ponencia IV • La libertad, la belleza y el amor en Ismael Quiles y Karol Wojtyla
MARÍA VICTORIA RULLÁN MIQUEL
Zaragoza, España.
Ver Ponencia IV • La libertad, la belleza y el amor en Ismael Quiles y Karol Wojtyla
MARÍA VICTORIA RULLÁN MIQUEL
Zaragoza, España.
Ver Ponencia V • Acerca de la historia - Aproximación al pensamiento histórico de S.S. Juan Pablo II y el P. Ismael Quiles S.J
ETHEL BORDOLI
Buenos Aires.
Ver Ponencia VI • La base antropológica en la ética en I. Quiles Y K. Wojtyla
JULIO RAUL MENDEZ
Universidad Nacional de Salta • Universidad Católica de Salta.
Ver Ponencia VII • Persona y accion de Karol Wojtyla, visto desde la perspectiva del R.P. Dr. Ismael Quiles, S.J.
CELIA GEMIGNANI DE ROMANI
Universidad del Salvador, Buenos Aires.
Ver Ponencia VIII • Conclusiones
JORGE MARTIN
Universidad del Salvador, Buenos Aires.
Contacto
Rodríguez Peña 640
C. Aut. de Buenos Aires
Argentina