COLOQUIO IX - Segunda Etapa - PONENCIA I

LA UNIDAD DE LA PERSONA COMO CONDICIÓN DE POSIBILIDAD DE LA PERCEPCIÓN DE LA BELLEZA

Martha Pérez de Giuffré

Las lejanas orillas del silencio comienzan
detrás del / umbral./
No podéis pasar por ahí como un pájaro.
Tenéis que deteneros y mirar hacia lo profundo,
hasta que no sepáís separar el alma del fondo.
Karol Wojtyla (Canción del Dios oculto)

   El motivo para un análisis comparativo entre los pensamientos de Karol Wojtyla, cardenal y luego Papa Juan Pablo II, y del R.P. Ismael Quiles S.J.,  ha sido adelantado ya por el creador de la filosofía in-sistencial, el Padre Quiles, en el estudio que él mismo realizó sobre aspectos concordantes entre ambas filosofías en su texto Filosofía de la persona según Karol Wojtyla. De acuerdo a su propio decir, “Todo venía a subrayar los mismos aspectos y las mismas conclusiones de nuestra concepción del hombre, que hemos sintetizado y expresdo con la palabra in-sistencia” [...] [1]

   Las obras del P.Quiles que entran en nuestra comparación y en las que se desarrolla la concepción de la in-sistencia y por tanto la unidad de la persona, la percepción y el conocimiento, son La Persona Humana, Antropología Filosófica In-sistencial y Filosofía de la Educación Personalista. También, aunque en menor medida, Cómo ser sí mismo.

   Por su parte, la obra fundamental que tomamos como referencia del pensamiento de Karol Wojtyla sobre la persona humana es, por supuesto, Persona y Acción, en la cual el autor analiza con rigor las relaciones complejas entre los diversos elementos que se vivencian en la experiencia humana en su manifestación más primordial.

   El primer punto común a ambas visiones filosóficas es el método, ya que, como concuerdan los dos autores, “en la experiencia de la acción se tiene un conocimiento directo de la realidad del sí mismo” . Y es sobre la realidad del hombre y de las cosas donde Wojtyla y Quiles hacen hincapié especialmente, en las salvedades que ambos exponen con respecto al método fenomenológico proveniente de Husserl y el marco realista que ambos asumen al adoptarlo. En esto también hay coincidencia, ya que el enfoque riguroso que tiene como punto de partida expreso la experiencia de la persona, permite integrar, según ambos autores, la experiencia empírica propiamente dicha con la intelectual.

   Temáticamente nos situamos en principio, para nuestra comparación, en el área antropológica básica de ambos pensadores: el hombre como persona. En Karol Wojtyla, el tema central es el hombre como persona y acción. En la filosofía in-sistencial del P.Quiles, el núcleo fundamental será el hommbre persona in-sistencia (y en acción). En ambos, a partir de esta base, veremos las convergencias en cuanto a la relación entre unidad personal y percepción y contemplación de la belleza. En el caso de Karol Wojtyla, nos hemos permitido citar, además de su texto filosófico ya nombrado, algunos testimonios poéticos del >autor, tomados de sus Poesías y de sus obras dramáticas, testimonios que expresan con eficacia poética muchas de sus intuiciones intelectuales fundamentales.

La unidad de la persona en Karol Wojtyla

   Wojtyla se centra en el ser humano con el fin de conocer las conexiones e interacciones que se dan en la realización del mismo como persona mediante la “expresión existencial central del individuo en cuanto agente, es decir, en cuanto se manifiesta en la acción.”El hombre como sujeto se manifiesta mediante la acción y su revelación como tal se logra por la acción, y en particular por la acción moral.

   El conjunto de todas las acciones revela o manifiesta a la persona en la complejidad de su dinamismo, es decir en una totalidad dinámica. Y la totalidad de la actuación del hombre tiene una unidad propia que Wojtyla llama acción. De allí entonces que la acción, “sólo se puede atribuir a una persona y a ningún otro agente”[2]. La acción implica y presupone de este modo a la persona.

   En la acción se identifican sujeto y objeto y se hace patente al hombre su realidad propia, es decir, que en la experiencia de la acción se reúnen la experiencia y el conocimiento de sí mismo, como sujeto de acción y como objeto de conocimiento[3] La acción es entonces el conjunto dinámico en el que se expresa la unidad del sujeto persona, con todas sus implicaciones e interrelaciones complejas internas. Se trata aquí de autoconocimiento como interioridad, en la cual se reunen la experiencia empírica y la intuición intelectual del autoconocimiento o conocimiento del sí mismo.

   Wojtyla le asigna a esta interioridad además un carácter óntico, que se realiza en la autoconciencia, a la cual conduce el autoconocimiento que acabamos de mencionar.[4] Como el mismo autor señala, la multiplicidad de sentidos, o conjunto de sentidos, la conciencia se los debe al autoconocimiento. La cita exacta, que transcribimos, dice: [...] “Podemos [...] hablar de la conciencia, desde un punto de vista objetivo; de forma más específica, en relación con la estructura significativa, que es propia de la conciencia del ego; con su forma de ser y operar y con todo lo que tiene alguna conexión con ello. Este sentido o, hablando más propiamente, este conjunto de sentidos, la conciencia se los debe al autoconocimiento. Como consecuencia de estos diferentes sentidos, la conciencia se presenta también como una modalidad especial de “autoconciencia”. Es el autoconocimiento quien contribuye a la formación de la autoconciencia.”

   Entonces, la interioridad de conciencia abre a otra interioridad básica, la interioridad óntica. Se trata de [...]“la conciencia, en unión íntima con el ser y actuar, basados en la realidad óntica del hombre-persona concreta”[5].

   Siguiendo al P. Ismael Quiles en el análisis que él ha hecho de la filosofía de la persona de Karol Wojtyla, podemos sintetizar los siguientes niveles: Primero: La interioridad es experiencia interna, “experiencia de sí mismo”. Según Quiles: [...]“es nuestro primario y fundamental contacto con nuestra interioridad”. En segundo lugar: el núcleo óntico, que es el “yo como un “ser” cuya estructura óntica es ser sujeto de sí y de sus actos.” [6]Y un tercer nivel, es el núcleo óntico como sujeto óntico dinámico y autoconsciente. Es decir,es el dinamismo del núcleo óntico.

   Ahora bien, desde esta breve síntesis de la concepción de la persona según Karol Wojtyla, y con vistas al tema de nuestra reflexión: la unidad de la persona y la captación de la belleza, surge en este punto una cuestión fundamental relacionada a persona y acción: la Trascendencia.

   Según lo dicho, en la antropología de Wojtyla la realización de la persona parte de su base óntica y se cumple en la acción. Es por tanto una autorrealización, que implica la libertad y la trascendencia. Dice Wojtyla: “La libertad se manifiesta como el atributo de la persona que está vinculado a la voluntad” .[7]La libertad puede identificarse entonces con la autodeterminación, como propiedad de la persona humana. La experiencia de la autodeterminación manifiesta a la voluntad libre como propia de la persona[8].

   Son manifestaciones de eso mismo, también, los otros aspectos implicados en esta autorrealización personal en la acción, que identifica y expone Wojtyla: la autoposesión, la autodeterminación ya nombrada, el autocontrol y el autogobierno. [9]

   La Trascendencia se encuentra estrechamente ligada a la libertad Es el trascender personal en tanto ir más allá de sus límites en la autodeterminación, como etimológicamente significa el término: trascendere, (ir más allá de los límites). Pero esta noción va a ser retomada luego en el marco de la experiencia de la belleza, ya que es parte fundamental de esa experiencia como efecto en el sujeto, y también en relación a las notas objetivas de la belleza, al ser ésta una de las propiedades trascendentales del ser en su manifestación.

   Wojtyla señala dos modos de trascendencia en el campo del conocimiento humano. Uno de los modos es la trascendencia horizontal que, según el autor, es “traspasar los límites del sujeto en dirección a un objeto”.[10] Pero además Wojtyla reconoce una trascendencia vertical, fruto de la autodeterminación “que es debida al mismo hecho de la libertad, de ser libre al actuar, y no sólo a la dirección intencional de las voliciones hacia un valor-fin en cuanto objeto adecuado” [11]

   De modo que esta trascendencia vertical, al ser fruto de la autodeterminación, lo es por tanto de la autoposesión y el autogobierno. En esta trascendencia vertical el sujeto supera el dinamismo de la naturaleza y realiza el de la persona, que tiene como punto de partida un individuo-ego, en los términos de Wojtyla. El sujeto no sale de sí, en la trascendencia vertical, por la atracción que ejerce sobre él un objeto o valor, sino por autodeterminación en sentido propio. Radica en ello la esencia de la experiencia de la acción del hombre y su autorrealización como persona en la unidad.

La Persona en la filosofía In-sistencial del R.P. Quiles

   Ya anticipada en sus bases en la obra La Persona Humana, la concepción de la persona como in-sistencia, al decir del mismo P. Quiles, es coincidente con el método y el objeto de Persona y acción, de Wojtyla. En primer lugar, el método fenomenológico, es aplicado aquí también al análisis de los datos de la experiencia humana, en la cual se manifiesta la esencia de la persona como interioridad autoconsciente.

   La filosofía in-sistencial, “pone en el centro del ser y obrar del hombre la vida interior”.[12] Es así que la esencia del hombre in-sistencia sólo se cumple cuando in-siste en sí mismo y toma posesión de sí mismo en su interior.

   La concepción quilesiana de la persona es también eminentemente dinámica y parte de la experiencia, en sentido fenomenológico, de nuestro interior. En la experiencia se hace presente la autoconciencia. Quiles denomina interioridad óntica a la in-sistencia, como autoconocimiento, es decir, como experiencia del estar-en-sí por la conciencia. Citamos: “Es la captación inmediata, directa y viva de la propia realidad interior como ser sí mismo”[13] De modo que es esencial a la in-sistencia el autoconocimiento y la autoconciencia, cuya “unidad ontológica y psicológica más estricta es incomunicable.”[14] Dice Quiles también que la in-sistencia revela asímismo una característica esencial de la persona que es la conciencia individual personal.

    Identifica entonces como centro óntico, la “estructura óntica fundamental que aparece en la base de la experiencia humana”[15], base que sostiene todo lo humano propiamente dicho. Es la onticidad del centro interior de todas las experiencias del hombre y de todas sus acciones.

   El ser en sí, como vuelta sobre sí o repliegue de la in-sistencia conciencia sobre sí, revela en ésta, su propia experiencia, la libertad en la que se encuentran sujeto y acción libre. La libertad se revela, en ambos autores, Wojtyla y Quiles coincidentemente, en la autoposesión (Wojtyla) y en la in-sistencia (Quiles) la cual, en tanto recogerse en sí mismo, es la condición de la libertad. Quiles dirá en la Antropología Filosófica In-sistencial que “la libertad es la máxima in-sistencia”[16] y su ejercicio es el camino de la autorrealización como autoconciencia, autocontrol y autodecisión, instancias que guardan un parelalismo también con las etapas indicadas por Wojtyla como autodeterminación, autoposesión y autogobierno.

In-sistencia y Trascendencia

   Con respecto al tema de la Trascendencia, en relación a la in-sistencia, Quiles clarifica en la Antropología Filosófica In-sistencial dos niveles de trascendere o trascender en la persona humana. El primero, coincidente con la noción ya expuesta de trascendencia vertical de Karol Wojtyla, se cumple en la dimensión de autonomía de la persona, según Quiles, en la que se revela la libertad y es imposible de transferir a ningún otro. Citamos: [...]”yo soy, pues insustituible, tengo una autonomía óntica, y ésta es imposible de transferir ni siquiera por nosotros mismos”[...][17] En Filosofía de la Educación Personalista Quiles señala precisamente que la trascendencia es “el otro dinamismo que brota de la estructura óntica del hombre, y por eso lo llamamos esencial”.[18]

   En segundo lugar hallamos la noción de Trascendencia con referencia al Absoluto o Dios, “término final de la trascendencia humana”[19]. En su texto La persona humana, el P. Quiles había reconocido como característica de la persona la posibilidad de trascender de sí mismo hacia valores superiores. [20]De modo que la trascendencia es valor fundamental esencial de la persona. También en Filosofía de la Educación Personalista señala que “De la misma estructura óntica surge en mi ser un dinamismo esencial, un impulso a “salir de mí” sin dejar de “estar en mí”. Un impulso de “ser más por la comunicación, no a limitarme a ser un centro cerrado sobre mi mismo.”[21]

   Ahora bien, Trascendencia se opone a inmanencia y ambas dimensiones constituyen la tensión propia de la persona humana. Para Quiles: Es cierto que la persona humana está muy lejos de ser ni una inmanencia pura ni una trascendencia pura. En su totalidad se presenta como una inmanencia que no se cumple sino por la trascendencia. Y es una trascendencia que sólo puede realizarse desde y para la inmanencia.”.[22] También en La Persona Humana el autor analiza los diversos sentidos en que puede entenderse el término trascendencia y el término trascendental. De este análisis tomamos de modo especial para nuestro planteo sobre la belleza el tercer sentido señalado en ese texto para la trascendencia, es decir, en tanto aplicada a Dios, como “ser independiente del mundo; está “más allá” del mundo; hay una diferencia esencial entre la perfección y la manera de ser del mundo y la perfección y manera de ser de Dios.” Partiendo de la persona como inmanencia abierta a la trascendencia, según se manifiesta en la experiencia de la conciencia y de la libertad de la persona humana, Quiles señala la experiencia de la contingencia como el lugar de origen de la tendencia hacia el Absoluto. Dice el filósofo una vez más: “Es la estructura óntica de la persona contingente la que desde sí se halla abierta al Absoluto”[23] Esta dimensión de la trascendencia es la que nos va a conectar con el tema inmnediato de nuestra reflexión que es la percepción de la belleza y lo que su búsqueda suscita en la persona humana.

Belleza y Trascendencia

   Invertimos el orden de la comparación y enfocamos en primer término la visión in-sistencial del tema. Para Quiles el punto de partida en la experiencia de la belleza es la experiencia del ser. Esto es “la base de todo lo demás en nosotros”[24] y es “realidad” que está ahí ante nosotros y en nosotros, y no depende de nosotros” (Ibidem)

   Agrega un poco más adelante “Esta experiencia del ser, como Realidad, a la cual me abro desde mi interioridd individual, es fundamental para la realización de mi mismo.” [25] En la analítica de la experiencia del ser, que lleva a cabo en su AFI, distingue además, como también en la FEP, los dos niveles del ser que se patentizan en la experiencia aludida. Es decir, el ser universalísimo, común a todas las cosas que existen y el Ser Absoluto Perfecto trascendente que es Dios. Podemos agregar que, en la experiencia de la belleza se realiza el camino desde el nivel del ser, como Realidad de todas las cosas, en dirección al nivel del Ser como Trascendencia verdadera y absoluta, como acontece por ejemplo, en la contemplación mística de la belleza.

   Partimos ahora desde el primer nivel del ser, el ser universalísimo común a todas las cosas, para un breve recorrido metafísico sobre la belleza en el ser.

   En primer lugar, la belleza se nos manifiesta como un modo de darse el ser, y por tanto su noción parece trascender toda distinción lógica, ya que si el ser es inabarcable por una definición de género y especie, la belleza sería, en tanto modo de darse el ser, una propiedad trascendental del mismo, y en consecuencia, igualmente inabarcable por una definición lógica. La belleza, al igual que las otras propiedades trascendentales: cosa (res), algo (aliquid), uno (unum) verdadero (verum), y bueno (bonum), a las cuales agregamos entonces pulchrum o bello, son propiedades entitativas que pueden decirse de todo ser y trascienden cualquier distinción y diferencia.

   En suma, estas propiedades trascendentales corresponden a todo ser, por la sola condición de ser. En segundo lugar, todas estas propiedades hacen referencia al trascendental Unidad, el Unum. “Todo ser es uno en cuanto indiviso, o mejor, en cuanto constituye un todo, aún cuando sean múltiples sus partes constitutivas, siempre que estas partes converjan, o estén “aunadas”, vinculadas en el ser.”[26] Y por lo tanto, “la unidad es el fundamento de la armonía, ya que ésta consiste en la manifestación de lo uno a través de lo múltiple”. Es decir, que donde está el ser está la unidad.

   A su vez, “La verdad es el ser en cuanto se manifiesta, o en cuanto se hace presente en su significación. Por eso la verdad dice relación al conocer [...] Esta presencia, en el caso del conocimiento humano, se produce a través del aparecer fenoménico, es un conocimiento que se realiza mediante (a partir de) los sentidos.”[27]

   En la manifestación del ser todos los trascendentales se convierten mutuamente y la belleza, tiene relación con cada uno de ellos. La belleza es así un bien, y está fundada en la verdad, porque es la luz de su manifestación, y está por tanto referida al apetito hacia la cosa como verdad.
   En este suscinto repaso de las propiedades trascendentales del ser según el desarrollo escolástico clásico, para el que seguimos la Breve Estética Filosófica de J.M. de Estrada, por su brevedad que se acomoda a los parámetros del presente trabajo, concluiremos recordando las notas de la belleza, que manifiestan su intercambiabilidad con las otras propiedades trascendentales del ser: integridad, proporción y claridad. Estas son entonces las notas objetivas de la cosa bella que corresponden a las potencias cognoscitivas y apetitivas.

   De acuerdo a lo dicho, la percepción de la forma bella es, en todos los casos, percepción de la unidad (“donde está el ser está la unidad” ), la unidad del ser que reconcilia e integra a todas las demás propiedades trascendentales en su propia manifestación, cuya luminosidad e irradiación es la belleza.

   Para Karol Wojtyla el encuentro con la belleza, concordantemente con Quiles, se produce en el aparecer fenoménico del ser de las cosas. Las condiciones objetivas de la belleza están asumidas igualmente en Quiles - en la experiencia del ser cuya realidad afirma como punto de partida- y en Wojtyla, quien señala , con similar afirmación, su postura frente al método fenomenológico. Puede decirse que en ambos pensadores está implícita la caracterización de la belleza que nos ha legado Santo Tomás, como “lo que visto (conocido) place”, y está presente igualmente, en el sentido ya aludido de manifestación del ser, la noción de belleza, también de Santo Tomás, como esplendor de la forma, es decir, el aspecto subjetivo y el aspecto objetivo de la belleza. En Suma, la manifestación más plena del ser en la perfección mayor de su naturaleza particular. Nos permitimos citar al respecto un texto poético de Wojtyla, El nombre, que es parte del poema dedicado a La Verónica:

    [...]”Ha nacido tu nombre en el instante mismo
    en que tu corazón se hizo imagen, semblanza de la
    verdad
    Nació tu nombre al invadirte la Belleza”[28]

   Lo que queda claro hasta aquí en ambos pensadores es que no es posible hablar de belleza y mucho menos de contemplación de la misma, desde una subjetividad inmanente, es decir, una inmanencia que no estuviera abierta, como caracterizaba el P. Quiles, en tanto centro óntico, a la trascendencia. Si se sostuviera esta postura, entonces la belleza se diluiría como tal en la multiplicidad de las singularidades subjetivas, como ya probaron las teorías de los filósofos del empirismo estético inglés del siglo XVIII. Nuevamente Wojtyla viene a nuestro encuentro con un texto, en este caso pastoral, de gran hondura poética, la Carta a los Artistas (1999) en la que sintetiza grandes tramos de su desarrollo filosófico cuando afirma: “La belleza salvará al mundo.” “La belleza es clave del misterio y llamada a la trascendencia. “[29] Idea con la que culmina la Carta al decir [30] La belleza abre las almas al sentido de lo eterno”.

   Los aspectos objetivos de la belleza, no pueden sino estar inmediatamente relacionados con los aspectos subjetivos, como podemos ver. Se llaman mutuamente como partes del mismo hecho. Es el esplendor de la forma, aquello que conocido en el aparecer fenoménico, place.

   El P. Quiles, a lo largo de sus textos, Antropología Filosófica In-sistencial y Filosofía de la Educación Personalista, por ejemplo, no ematiza la belleza en estos términos exactamente, pero sí están recogidos en la terminología in-sistencial de la experiencia del ser, del mundo y de Dios Trascendente. Como acabamos de presentar, la experiencia del ser, implica ya la experiencia de la trascendencia en el primer nivel que se había mencionado y que podríamos englobar en su máxima medida en la noción de trascendencia cósmica. Pero “más allá” de ella está la relación de la in-sistencia con la Trascendencia de Dios, por la belleza.

   La percepción de la belleza atrae y confirma al hombre en su tendencia al Absoluto, y eleva a la persona en la “dirección ontológica de su ser en-sí” Confirma y justifica la unidad que en ese salir de sí, en la apertura, se da como un proceso siempre dinámico. “La unidad perfecta de conciencia es la raíz de la “comunicabilidad” o “apertura”, [...] ya que esto es posible sólo desde el “en-sí”. [31] Se integran, en el nivel más profundo del ser-en-sí, la experiencia del ser, la experiencia del saber y la del deber, es decir, con palabras del P Quiles, “los aspectos fundamentales de la realidad [...] de nuestro ser, que se nos revela en la misma y única experiencia in-sistencial de nuestra realidad individual: el óntico, el gnoseológico y el ético. Y en lo más profundo de nuestro ser interior, habíamos visto, la conciencia de contingencia mueve al deseo de trascendencia, hacia otras in-sistencias y hacia la Sistencia de Dios.

   Precisamente en la AFI se plantea esta relación con respecto a la comunicabilidad de la in-sistencia con Dios. Dice Quiles: [32]“en el “nosotros” descubrimos una experiencia ontológica del Absoluto”. Pero [33] hay también un “cumplimiento positivo de la experiencia del Absoluto presente en el interior del nosotros.” Es decir, que así como en la interioridad se descubre la contingencia de la persona humana, también se descubre la presencia última de Dios en el interior del alma, en la conciencia del “nosotros”. “Nuestra in-sistencia cobra plenitud cuando se apoya en la Sistencia Absoluta, en la cual todos recobramos nuestro sentido”[34], y, podemos agregar, también la comunicabilidad con el ser, con los otros hombres y con Dios al descubrir la “unidad misteriosa”de todas las cosas, como dice Wojtyla en la Carta a los artistas.

   También Wojtyla nos plantea la relación fundamental entre unidad personal y apertura a la trascendencia a partir de la experiencia de la belleza. Elegimos aquí nuevamente un texto poético para ilustrar la idea:

   En la obra teatral El taller del orfebre (nos manejamos con la edición castellana de Biblioteca Nacional, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1998), el desarrollo de la dramaturgia y de los diálogos en que ésta se encarna, va desenvolviendo el hilo del encuentro humano en el amor de dos jóvenes, Teresa y Andrés. Y no es arbitraria la figura del hilo que se desenvuelve, justamente porque el lector o el espectador que reflexiona al mismo tiempo que escucha o lee el diálogo, percibe claramente la continuidad y unidad del desenvolvimiento del amor, que se va revelando como destello y participación de un Amor mucho mayor, único y absoluto, en el cual todo se integra y se hace uno. Se integran los pasados personales y los futuros abiertos a los ojos de la pareja que se encuentra para ser compañeros de vida, como ellos dicen: “Sabíamos los dos que se remontaba a todo / nuestro pasado / y se proyectaba lejos en el futuro / que se hundía en nuestro ser, como la lanzadera / del tejedor / para aprehender el hilo preciso / que determina el modelo del tejido.”[35]

   El Amor que une y reconcilia también se manifiesta en el encuentro de ambos jóvenes como llamada de la belleza. Andrés dice que él no había prestado atención a Teresa, más bien antes siempre a otras jóvenes, pero que cada vez, inevitablemente, veía que “debía interesarse por ella” y que no hacerlo, “hubiera carecido de sentido”[36] Además el camino del reconocimiento lleva a ambos jóvenes al develamiento de la Belleza, como ellos mismos lo expresan:

   Andrés.- “Pensé que la belleza accesible a los sentidos puede convertirse en un don difícil y peligroso [...] así, lentamente, aprendí a valorar la belleza accesible al espíritu, es decir, la verdad.” [37]Y el descubrimiento culmina más adelante cuando el mismo Andrés concluye[38]: “Es uno de esos procesos del universo que producen la síntesis, unen lo que está separado y amplían y enriquecen lo que es angosto y limitado.

   En suma, desde el análisis de la in-sistencia como esencia de la persona en la antropología quilesiana y también desde la persona que se autorrealiza en la acción, según Wojtyla, la belleza interesa a toda la persona humana, ya que se relaciona con la inteligencia, con la voluntad, con los sentidos y con los ámbitos simples de la persona, como el temperamento individual, la afectividad, etc. De modo que en los aspectos subjetivos de la belleza se cumple la unificación de lo subjetivo y lo objetivo, y en la contemplación, la integración o unificación de la persona en términos de mayor perfección ontológica, en palabras del P Quiles. La experiencia de la belleza es a la vez la plenificación de la inmanencia del en-sí en la Trascendencia máxima.

   Terminamos con una breve cita del poema Magnificat, de Karol Wojtyla (Cracovia, 1939):[39]
    Gloria por el silencio insondable del alma
    cuando a nosotros baja la Hermosura más alta.

Bibliografía

• WOJTYLA, Karol, Persona y Acción, Trad. Jesús Fernández Zulaica, B.A.C., Madrid, 1982.
Poesías, B.A.C., Madrid, 1982.
El taller del orfebre, Biblioteca Nacional, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1998.
Hermano de nuestro Dios. Esplendor de paternidad. Dramas. Trad. Anna Rodon Klemensiewicz, Lumen, Buenos Aires, 1990.
Juan Pablo II, Carta a los Artistas, San Pablo, Bs. Aires, 1999.

• QUILES, Ismael, SJ La Persona Humana, Depalma, Buenos Aires, 1980.
Antropología Filosófica In-sistencial, Depalma, Buenos Aires, 1983.
Filosofía de la Persona según Karol Wojtyla. Estudio comparado con la Filosofía In-sistencial, Depalma, Buenos Aires, 1987
Filosofía de la Educación Personalista, Depalma, Buenos Aires, 1991.
Cómo ser sí mismo, Depalma, Buenos Aires, 1990.

• ESTRADA, José María de, Breve Estética Filosófica, Club de Lectores, Buenos Aires, 1980.

Notas

[1] QUILES, Ismael, Filosofía de la persona según Karol Wojtyla, en adelante FPKW p. 4
[2] WOJTYLA, Karol, Persona y acción, en adelante PA, p. 12
[3] Idem, p. 4
[4] Idem, p. 48
[5] Idem, p. 57
[6] Cfr. FPKW, p. 39
[7]PA, p. 135
[8] Cfr. PA, p. 123-124
[9] Idem, p. 125
[10] Idem, p. 139
[11] Ibidem
[12] Antropología Filosófica In-sistencial, en adelante AFI, p. XII
[13] FPKW, p. 45
[14] AFI, p. 48
[15] Cfr. AFI, pp. 357-359
[16] Idem, p. 50
[17] Idem, p. 266
[18] Filosofía de la Educación Personalista, en adelante FEP, p. 143
[19] FPKW, p. 84
[20] La Persona Humana, en adelante PH, p. 157. El tema está expuesto asímismo de manera paralela en Cómo ser sí mismo, como “la presencia activa de Dios en nuestro ser, en nuestra mismidad, que se hace sentir en nuestra interioridad”, p. 83
[21] FEP, pp. 141-142
[22] PH, p. 158
[23] FEP, p. 143. El Impulso al Absoluto.
[24] Idem, p. 40
[25] Idem, p. 41
[26] Estrada J.M. de, Breve Estética Filosófica, p. 60
[27] Idem, p. 61
[28] Wojtyla, Karol, Poesías, p. 68
[29]Wojtyla, K., Juan Pablo II, Carta a los artistas, p. 36
[30] Idem, p. 38
[31] FEP, p. 70
[32] AFI, p. 134
[33] Idem, p. 135
[34] Idem, p. 136
[35] Wojtyla, Karol, El taller del orfebre, p. 15
[36] Idem, p. 16
[37] Idem pp. 16-17
[38] Idem, p. 19
[39] Wojtyla, Karol, Poesías, p. 4


  • Ver Ponencia I • La unidad de la persona como condición de posibilidad de la percepción de la belleza

    MARTHA PÉREZ DE GIUFFRÉ
    Universidad del Salvador, Buenos Aires.


    Ver Ponencia II • El conocimiento de sí mismo como fundamento de la reflexión filosófica

    ALEJANDRO POWTER
    Universidad del Salvador, Buenos Aires.


    Ver Ponencia III • El Amor como principio fundante del existente humano

    MARIELA MARONE DE POWTER
    Universidad del Salvador, Buenos Aires.

    hr>

    Ver Ponencia IV • La libertad, la belleza y el amor en Ismael Quiles y Karol Wojtyla

    MARÍA VICTORIA RULLÁN MIQUEL
    Zaragoza, España.


    Ver Ponencia IV • La libertad, la belleza y el amor en Ismael Quiles y Karol Wojtyla

    MARÍA VICTORIA RULLÁN MIQUEL
    Zaragoza, España.


    Ver Ponencia V • Acerca de la historia - Aproximación al pensamiento histórico de S.S. Juan Pablo II y el P. Ismael Quiles S.J

    ETHEL BORDOLI
    Buenos Aires.


    Ver Ponencia VI • La base antropológica en la ética en I. Quiles Y K. Wojtyla

    JULIO RAUL MENDEZ
    Universidad Nacional de Salta • Universidad Católica de Salta.


    Ver Ponencia VII • Persona y accion de Karol Wojtyla, visto desde la perspectiva del R.P. Dr. Ismael Quiles, S.J.

    CELIA GEMIGNANI DE ROMANI
    Universidad del Salvador, Buenos Aires.


    Ver Ponencia VIII • Conclusiones

    JORGE MARTIN
    Universidad del Salvador, Buenos Aires.


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