EL CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO COMO FUNDAMENTO DE LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA
Alejandro Powter
Cuando el hombre se conoce a sí mismo en su esencia
profunda, es decir, en el centro de su ser, es cuando conoce a su Señor.
Y conociendo a su Señor, conoce al mismo tiempo todas las cosas,
que vienen de Él y a Él retornan.
Toda comprensión del mundo que el hombre realice estará
siempre teñida de los matices que sus propias posibilidades implican,
es decir que la comprensión de la realidad es, en última
instancia, comprensión humana. El hombre se descubre a sí
mismo mediante sus actos de comprensión, se conoce en su intelección.
Este proceso comienza precisamente en el acto de intuición de una
totalidad que se le manifiesta de modo inmediato, a partir de allí
la intelección realiza lo que le es propio: el acto interpretativo,
la tarea de buscar principios, causas, medios y fines que manifiesten
el sentido de aquella totalidad intuida.
Es en este marco que llevaremos a cabo nuestra reflexión
acerca del pensamiento de Karol Wojtyla e Ismael Quiles, a saber: la importancia
del ‘conócete a ti mismo’ como punto de partida
de la reflexión filosófica. La antigua sabiduría había
colocado a modo de revelación este imperativo en la entrada del templo
del dios Apolo en Delfos como un recordatorio y a la vez un consejo para
todo hombre. Sábete hombre… hombre y mundo, hombre y hombre,
hombre y Dios. He allí los tres ejes de la reflexión filosófica
que busca dar cuenta de aquella intuición una y total. He allí
el origen de toda capacidad de comprensión, de dotación de
sentido, de explicación.
El ‘conócete a ti mismo’ según Karol Wojtyla
El fruto del acto intelectivo mediante el cual
el hombre comprende la realidad a partir de una intuición de la totalidad
es lo que llamamos, en sentido amplio, visión del mundo y,
dada la inconmensurable riqueza de la totalidad, existen múltiples
visiones que en sentido más restringido se traducirán en teorías
que intentan explicar los diversos sectores en que el intelecto ha dividido
lo real. La disciplina que se ha encargado de asumir la pregunta más
profunda y fundante es la filosofía y en particular la metafísica,
dado que es ella la que se orienta hacia el foco más profundo de
las manifestaciones del ser. “¿Quién soy?, ¿de
dónde vengo y a dónde voy?, ¿por qué existe
el mal, ¿Qué hay después de la vida? (…) Son
preguntas que tienen su origen común en la necesidad, que desde siempre
acucia al corazón del hombre, de encontrar sentido: de la respuesta
que se dé a tales preguntas, en efecto, depende la orientación
que se dé a la existencia” [1].
La metafísica conlleva desde su
punto de partida una implicancia antropológica. Como hemos indicado,
el acto interpretativo es humano y por ende el planteo del interrogante
también lo es. Es decir que en el fondo último de todo planteo
sobre el sentido de lo real se encuentra el hombre y toda pregunta por
el último fundamento es también una pregunta acerca del
hombre.
En la introducción a su obra ‘Persona y acción’
Karol Wojtyla afirma que “la experiencia que el hombre puede tener
de alguna realidad exterior a sí mismo está siempre asociada
a la experiencia del propio yo, de forma que nunca experimenta nada exterior
sin al mismo tiempo tener la experiencia de sí mismo” [2]. La concepción de experiencia externa resulta
entonces necesariamente vinculada a la experiencia interna, así,
el acto mediante el cual el hombre reflexiona acerca de la realidad circundante
comparte su fundamento con el acto mediante el cual el hombre reflexiona
sobre sí mismo. “La coherencia del autoconocimiento y de la
conciencia debe reconocerse
como factor básico del equilibrio en la vida interior de una persona,
especialmente en lo que se refiere a la estructura intelectual de la persona.
Siendo el ‘sujeto’, el hombre es también el ‘objeto’;
es el objeto para el sujeto y no pierde su significación objetiva
cuando es reflejado por la conciencia” [3].
En la reflexión filosófica,
sin embargo, existe un riesgo, y es el de perder la conciencia del sí
mismo como fondo último de la persona. Si el hombre no se percata
de este hecho, puede pronunciar como verdades indiscutibles ciertas visiones
del mundo que parecieran prescindir de la importancia capital de la presencia
del sujeto entendido como persona[4] en toda reflexión filosófica. De aquí
resultan los diversos reduccionismos que disminuyen la riqueza inagotable
del encuentro del hombre en y con el misterio del ser. Esto
peligro se debe a la capacidad propia de la razón para elaborar
las experiencias en complejos sistemas de pensamiento. Wojtyla pone de
manifiesto que “históricamente esto ha provocado a menudo
la tentación de identificar una sola corriente con todo el pensamiento
filosófico. Pero es evidente que, en estos casos, entra en juego
una cierta ‘soberbia filosófica’ que pretende erigir
la propia perspectiva incompleta en lectura universal” [5]. Es decir que la unilateralidad de una lectura encerrada
en la pura razón, negando la inevitable experiencia del sí
mismo en todas sus dimensiones, hace que se niegue también la esencial
tendencia del hombre hacia una verdad que lo habita y lo trasciende.
El ‘conócete a ti mismo’ según Ismael Quiles
En una línea
de pensamiento muy afín a la de Wojtyla, aunque su desarrollo haya
sido poco más de dos décadas anterior, encontramos a Ismael
Quiles, un pensador que, basándose en la cosmovisión cristiana,
elaboró una corriente de pensamiento cuyo eje es la esencia última
del hombre. Para ello se valió de las más importantes corrientes
de la tradición filosófica, destacándose el agustinismo,
y entabló un diálogo con la antropología existencialista.
El fruto de esta labor de vida se plasmó en el Insistencialismo
como propuesta filosófica fiel a la experiencia interior del hombre.
Según Quiles, toda acción y reflexión humanas
brotan del fondo último de la persona y a éste se lo denomina
in-sistencia como centro óntico, es decir la esencia última
del hombre. En este sentido, toda enunciación filosófica responde
objetivamente a una inquietud presente en la misma experiencia humana, inquietud
que en un primer momento será pregunta motivadora y luego respuesta
responsable. “La esencia última del hombre está, se
cumple con toda verdad, sin envolturas, desnudamente, cuando él,
directamente, da esa re-spuesta originaria al ser; mientras él no
da esa respuesta originaria al ser, su esencia no se ha cumplido del todo,
pues está apoyándose en re-spuestas ajenas” [6]. El hombre, entonces, elabora ese cuestionamiento que
brota del contacto con el mundo, consigo mismo y con lo absoluto y, a partir
de allí, concibe una respuesta personal. Pero para que esta respuesta
tenga carácter filosófico, debe lograr la superación
de la mera experiencia individual, sumergiéndose en el inefable silencio
de su propio ser particular y concreto mediante un acto reflexivo, encontrarse
en sí mismo y, a partir de allí, ejercer el uso de su razón
logrando una afirmación que implique a la humanidad toda.
En lo referente a las preguntas fundamentales que el hombre se plantea,
Quiles y Wojtyla concuerdan, así puede leerse en Cómo
ser sí mismo: “La pregunta por el hombre es la pregunta
permanente que me acompaña en mi vida. ¿Qué soy yo?,
¿Cuál es el sentido de mi vida?, ¿Cuál es
el ideal de mí mismo?, ¿Cómo realizarlo?” [7]. De acuerdo a la filosofía in-sistencial, la
respuesta a estos interrogantes deben surgir, como hemos indicado, desde
el centro mismo de la esencia del hombre; este centro, que Quiles denomina
‘centro óntico’ posee las siguientes características:
- Unidad: constituido como una mismidad simple que permite
la conciencia de todo lo que yo soy como diferente de todo lo que no es
‘yo’.
- Simpleza: punto de referencia de
donde surgen y donde cobran sentido todos mis actos y por ser simple no
puede ser localizado extensamente en mi cuerpo, “así experimento
esta curiosa simplicidad que está en el centro espiritual de mi
centro interior” [8].
- Autotransparencia: aparece a sí mismo, este
centro se da cuenta de sí mismo aunque siempre respetando una cierta
dimensión que permanece en el ámbito del misterio.
- Autonomía: en ese centro el hombre se siente en muchos
aspectos interdependiente; pero, en el aspecto fundamental de ser sí
mismo y de sentir el impulso de actuar por sí mismo, se siente
sustentado en un círculo autónomo, en el cual estoy él
solo, para tomar por sí sus decisiones. [9]
- Libertad: encuentra que de ese centro brotan determinados
impulsos y que otros llegan a él desde fuera, pero experimenta la
posibilidad de decidir y elegir entre ellos.
- Contingencia y limitación:
paradójicamente con la libertad aparece la experiencia de no poder
elegirlo todo ni absolutamente, esto genera una cierta angustia en el
hombre que le hace abrirse hacia la trascendencia que encuentra, así,
manifiesta en su propia esencia.
De esta caracterización se sigue lo que Quiles llama
‘dinamismo esencial del centro interior’ [10]; este dinamismo está constituido por la autoconciencia
o conciencia del propio ser y sus propiedades, el autocontrol o posibilidad
de resistir o liberar los impulsos y la autodecisión como
principio de determinación de la persona libre. Es conveniente observar
que este dinamismo debe estar regido por el amor como camino hacia la creciente
plenificación del hombre. Estas capacidades humanas, si bien están
presentes en todo hombre, pueden ser desarrolladas o ignoradas, en el primer
caso, el hombre se encuentra en un camino de creciente felicidad (satisfacción)
y plenitud dado que es cada vez más sí mismo; en el segundo
caso no hace más que cerrar su vínculo con su propia esencia
y por ende con la trascendencia, encontrando como experiencia más
común la angustia del sin sentido ya que ignora su ser y su finalidad
en el mundo, siendo su único apoyo una construcción artificial
que ha hecho de sí mismo.
Conclusión
Podemos notar cómo ambos autores concuerdan en que la raíz
última del hombre consiste en una unidad indisoluble a partir de
la cual brota la conciencia de sí como autoconciencia, gracias a
ésta, el hombre logra comprender el mundo circundante y se abre a
la trascendencia. Este núcleo profundo de nuestro ser está
continuamente en sí y, al comprender al mundo, siempre se hace presente
a sí mismo, de modo que toda reflexión es también reflexión
acerca de sí.
El pensar filosófico es así el resultado
de una determinada manera de experimentarse a sí mismo en relación
al mundo y a lo absoluto. Pero para evitar el peligro de quedar encerrada
en un solipsismo del sujeto, la razón debe asumir la tarea de elaborar
visiones filosóficas que respondan a la vocación de unidad que radica en el corazón
del hombre, vocación que se manifiesta como experiencia amorosa del
hombre en el ser.
Los resultados de la reflexión pueden
ser infinitamente variados y así resultan también variadas
las visiones filosóficas, pues aquello de lo que tratan implica
en sí mismo un misterio insondable. Si estas visiones parten de
la reducción de la riqueza de la esencia humana, ya sea por la
ignorancia que es fruto de la limitación, o de la libre negación
de lo que en nuestro interior se manifiesta, la filosofía expresará
tan solo un aspecto reducido y distorsionado de lo verdadero. Por el contrario,
si se apoya en una experiencia madura de la inagotable riqueza presente
en el fondo último de la persona, expresará un camino abierto
hacia la plenitud del hombre.
De este modo, podemos hacer propia la afirmación de Juan
Pablo II: “La filosofía, que tiene la gran responsabilidad
de formar el pensamiento y la cultura por medio de la llamada continua a
la búsqueda de lo verdadero, debe recuperar con fuerza su vocación
originaria” [11]. Y esta vocación, agregamos, es vocación
del hombre que reflexiona acerca del misterio del ser, vocación de
realización, vocación tan profunda como la verdad misma.
Notas
[1] Juan Pablo II, Encíclica Fides et ratio: Carta Encíclica
a los Obispos de la Iglesia Católica sobre las relaciones entre
la fe y la razón, Paulinas, buenos Aires, 1999. 1
[2] K. Wojtyla, Persona y acción, tr.: A.Tymieniecka,
BAC, Madrid, 1982. p.3l
[3] K. Wojtyla, op cit, p. 46.
Nótese que para el autor “la conciencia en cuanto
tal se ve reducida a reproducir como un espejo lo que ya ha sido conocido”
(Persona y acción, p. 40). En este punto, Quiles entenderá
‘autoconciencia’ al modo en que Wojtyla entiende ‘autoconocimiento’.
En nuestro caso seguimos la terminología de Ismael Quiles por
adecuarse mejor al tema tratado.
[4] Según puede leerse en la nota 8 al capítulo I de
la primera parte de Persona y acción, entendemos ‘persona’
como “el ego subjetivamente constituido por la conciencia
(autoconciencia) en el sentido de la experiencia que se ha tenido de
su propia subjetividad”. (p. 45)
[5] Juan Pablo II, Fides et ratio, 4
[6] I. Quiles, Tres lecciones de metafísica in-sistencial,
en Antropología filosófica in-sistencial,
Depalma, Buenos Aires, 1983. p.278
[7] I. Quiles, Cómo ser sí mismo, Depalma, Buenos
Aires, 1996. p. VII
[8] I. Quiles, op. cit., p. 25
[9] Cf. I. Quiles, op. cit, p.26
[10] Cf. I. Quiles, op. cit., p.27
[11] Juan Pablo II, Encíclica Fides et ratio, 6
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COLOQUIO IX
Simposio de Antropología comparada Karol Wojtyla – Ismael Quiles SJ
Segunda Etapa Presencial • Buenos Aires, 13 de Octubre de 2005Ver Ponencia I • La unidad de la persona como condición de posibilidad de la percepción de la belleza
MARTHA PÉREZ DE GIUFFRÉ
Universidad del Salvador, Buenos Aires.
Ver Ponencia II • El conocimiento de sí mismo como fundamento de la reflexión filosófica
ALEJANDRO POWTER
Universidad del Salvador, Buenos Aires.
Ver Ponencia III • El Amor como principio fundante del existente humano
MARIELA MARONE DE POWTER
hr>
Universidad del Salvador, Buenos Aires.Ver Ponencia IV • La libertad, la belleza y el amor en Ismael Quiles y Karol Wojtyla
MARÍA VICTORIA RULLÁN MIQUEL
Zaragoza, España.
Ver Ponencia IV • La libertad, la belleza y el amor en Ismael Quiles y Karol Wojtyla
MARÍA VICTORIA RULLÁN MIQUEL
Zaragoza, España.
Ver Ponencia V • Acerca de la historia - Aproximación al pensamiento histórico de S.S. Juan Pablo II y el P. Ismael Quiles S.J
ETHEL BORDOLI
Buenos Aires.
Ver Ponencia VI • La base antropológica en la ética en I. Quiles Y K. Wojtyla
JULIO RAUL MENDEZ
Universidad Nacional de Salta • Universidad Católica de Salta.
Ver Ponencia VII • Persona y accion de Karol Wojtyla, visto desde la perspectiva del R.P. Dr. Ismael Quiles, S.J.
CELIA GEMIGNANI DE ROMANI
Universidad del Salvador, Buenos Aires.
Ver Ponencia VIII • Conclusiones
JORGE MARTIN
Universidad del Salvador, Buenos Aires.
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